viernes, 19 de octubre de 2012

Darwing, Cangas y la teoría de la (Des)Evolución

Por Koke González

¡Cuánto se hubiera aburrido el señor Charles Darwing de haber elegido Cangas del Narcea como parada de su viaje alrededor del mundo para realizar sus estudios evolutivos!. Me lo imagino con su libretita andando por las calles buscando indicios de evolución y anotando en sus páginas: “esto es así porque siempre fue así”, que le diría un oriundo tras otro. Darwing descubriría entonces que “siempre” es una medida temporal que en Cangas del Narcea tanto sirve para referirse al origen de la especie hace unos cuantos miles de años como para otras distancias temporales de 500, 200, 100 e incluso menos años. Esto es así porque siempre ha sido así en Cangas.
Fíjense sólo en el mundo del vino, un producto que siempre ha estado entre nosotros; un siempre, claro, referido a la época de conquistas romanas. Y ya desde siempre el vino de Cangas es así porque siempre se hizo así. Una generación tras otra fue pasando oralmente esta sabiduría y cuando en el siglo XIX  algunos pocos locos, en su mayoría foráneos, decidieron producir vino y no vinagre, como los casos del burgalés Nicolás Suárez Cantón o el hispano-cubano Anselmo González del Valle, ahí estábamos los cangueses, para tachar de majadería los mil y un trasiegos, la selección de uva y tantos disparates que lo único que les parecía a nuestros antepasados era una pérdida de tiempo y pérdida de litros de vino. Y sólo ante una absoluta catástrofe y con todo perdido, como fue la archifamosa filoxera, en Cangas se aceptó consejo, que en ese caso fue el de técnicos bordeleses. Me imagino al cangués de la época cuando le mostraron el funcionamiento de una sulfatadora diciendo: “¡Qué va!, ¡qué va! Aquí sulfatamos así porque siempre se hizo así”.
Así éramos los cangueses, y así seguimos siendo. Darwing se hubiera equivocado de haber estado en Cangas y haberse ido decepcionado; Cangas sería su excepción para confirmar la regla de su teoría de la Evolución de las Especies. Y aunque ya nadie pone en duda las cualidades de las sulfatadoras, sí otras innovaciones y formas de hacer porque en Cangas el vino siempre se hizo tinto en abundancia y blanco en menor medida. Y lo que jamás se vio por estas latitudes es un vino rosado y mucho menos un vino vino dulce. Y esto es así porque siempre ha sido así.
Pues vean que casi sin darnos cuenta,  se está fraguando otra de esas tradiciones inmutables. Uno ha vivido todas las fiestas de la Vendimia desde su origen y lo que más le ha llamado la atención es ver que con el puesto de alcalde,  a uno tras otro de los electos se les ha impuesto ser miembro de la Cofradía del Vino. Dentro de un “siempre” en nuestro eje cronológico, cuando a cualquiera o a todas las demás asociaciones que existen en Cangas del Narcea, ya sean deportivas, culturales, sociales o profesionales pidan al alcalde el mismo trato y condescendencia hacia ellos, podrá decir lo mismo que Artesanos dijo a las mujeres: “esto es así porque siempre fue así”.

viernes, 5 de octubre de 2012

La cultura y el espejo del alma

Por Koke González
Qué gran dicho es el que sentencia que “la cara es el espejo del alma”. Esa cara que nos dice quienes somos. La historia se recuerda por lo que alguien, alguna vez, dejó escrito, y allí donde nos falta la grafía o como complemento de ésta, hallamos las obras que desafiando al inexorable paso del tiempo, nos alcanzan en la línea cronológica, y consciente o inconscientemente sabemos que nos sobrepasarán. Esas eternas creaciones ponen rostro y alma a las civilizaciones, a los pueblos y a los individuos. ¿Quién no se sorprende ante las piedras griegas y romanas, por ejemplo?. Mil veces he oído que templos y espacios tan majestuosos u obras de ingeniería tan soberbias como acueductos y puentes hablan de un pueblo rico y de un pueblo culto. Esa cara que nos muestra cada monumento parece reflejar el alma de aquellos que vivieron su construcción.
Ahora miro la cara, el espejo de nosotros, los cangueses, y no hallo más que ruina, de un vivir al día, casi al límite, tapando cada agujero con un nuevo remiendo. La imagen proyectada en nuestro espejo dice de nosotros que llevamos  ya varios años caminando a la deriva como alma en pena. Nuestra cara dice ruina, nuestra cara es nuestro puente, el colgante; y nuestro puente es nuestra alma, anclado al vacío por frágiles hilos ante la desidia del pueblo y quien lo representa. Y es que un pueblo sin cultura es un pueblo muerto; y el Puente Colgante es cultura que no se puede dejar caer, como cultura es la maltrecha obra escultórica de Fernando Alba que bajo él muestra la cara avergonzada de todos nosotros.
Pero aún tenemos salvación para nuestra alma, tiempo para recuperar el color en nuestro rostro y aprender que quien maltrata, ya sea por obra u omisión, nuestra cultura está maltratando nuestro ser. En febrero han dicho que el Puente Colgante lucirá como nuevo; y se han instalado tablones publicitarios cerca de, y no en la obra del escultor salense. Por una vez en la vida ha entrado un soplo de sensibilidad cultural en el viejo caserón de los Condes de Toreno, porque el urbanismo no tiene por qué responder ser siempre a embrollos y suspicacias. Así que: ¡Viva la cultura!