martes, 5 de junio de 2012

El país de los complejos


Por Koke González

Qué mal está lo del trabajo. Hay poco y ese poco que hay no sabemos ni cómo se consigue. Fórmate, titúlate, retitúlate, tritúlate y une a esto un poco de experiencia, al menos para que no te echen para atrás por no haber iniciado una vida laboral. ¡Ah!, y se me olvidaba, habla algún idioma, sobre todo inglés, así no habrá dios quien te tosa.
Y tos fue lo que me entró el otro día al visualizar un reportaje de búsqueda de empleo de españoles en Noruega. Hacia allí se encaminaron familias enteras, otras divididas, con el mismo objetivo: conseguir un trabajo. A ellos se unió la reportera del documental. Casi todos los españoles no sabían noruego, básico en aquel país para trabajar. Algunos no sabían ni inglés, aunque a decir verdad no importa mucho. La periodista lo hablaba perfectamente, además también dominaba el francés y el alemán, a lo que había que sumar su experiencia profesional, claro. Lo que se dice un currículum intachable. Y la única pregunta que le hacían una y otra vez en tiendas, bares, restaurantes, comercios y así en cada una de las empresas que probó suerte, fue "¿sabes hablar noruego?", porque con el inglés, alemán y francés que controba como mucho podría llegar a trabajar, con suerte, en la limpieza de un hotel, a lo sumo. Y cual fue el final: acabó consiguiendo un trabajo, con sus tres idiomas, cuatro si contamos el español, limpiando camiones con agua a presión.
Esa es la realidad laboral noruega, por cierto, muy distinta a la española, y como muestra les contaré un ejemplo real.
Todo empieza con un SMS, ¡bip bip!. El receptor del mensaje lee. Es una oferta de trabajo llegada desde el Servicio Público de Empleo. Un empleo de guía para algo relacionado con el patrimonio industrial y minero. Concertar entrevista en tal número, termina el SMS. El desempleado llama y queda para dentro de dos días. Prepara su currículum donde plasma su experiencia en puestos similares, en ámbitos de gestión de la cultura etc. Comienza a pensar en la posible prueba de la entrevista. Seguramente le pregunten sobre la historia industrial y minera en Asturias, de las labores mineras, de cómo son y cómo eran las minas asturianas…a fin de cuentas de eso trata la oferta de trabajo. El desempleado inicia entonces un repaso rápido sobre sus conocimientos en la materia y se le vienen a la mente personalidades como Jovellanos con su carretera carbonera y Casado de Torres con la canalización del Nalón para hacerlo navegable a las chalanas; la fábrica de armas de Trubia; la mina de Arnao como primera empresa de minería en pozo y además submarina; Alejandro Aguado, marqués de las Marismas; Pedro Duro; los belgas de Solvay; la máquina de vapor de Newcomen y la mejora sobre ésta de Watt al incorporarle condensadores; castilletes, jaulas, embarcaderos, casas de máquina, cañas de pozo, galerías, tajos, casas de aseo, lampisterías, y así un sin fin de términos e historia que se supone debería dominar y domina.
Y con todo, llega el día de la entrevista a la que acude currículum en mano. Primero hablan de la experiencia laboral y piensa, “ahora vendrán las preguntas sobre conocimiento de la materia de la que versa el empleo”; continúan departiendo sobre la formación y vuelve a pensar, “ahora sí preguntará algo sobre mina e industria”. Finalmente llega la pregunta, aunque nada de minería ni mucho menos de industrialización: ¿Qué nivel de inglés tienes? Porque pedimos un nivel de alto a muy alto, con conversación fluída. Para terminar se realiza una prueba de idioma. Nada de minas, nada de siderurgias, nada de castilletes, nada de Jovellanos, Casado de Torres o Alejandro Aguado, Pedro Duro ni Luis Adaro. Inglés, simple y llanamente. Este es el país que nos ha tocado vivir: el de los complejos.

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