Hoy me gustaría hablar de palabras, su uso y lo que despierta en nosotros el escucharlas. Con este sentido hay puesta en marcha una campaña publicitaria en la que se nos invita a pensar en ciertos productos comerciales ante una descripción que se hace de ellos. A todos nos vienen a la mente esos productos de forma rápida porque los hemos visto o consumido durante mucho tiempo.
Lo mismo podríamos pensar con otros vocablos. Y si no, podemos hacer la prueba. ¿Qué les viene a la cabeza si digo, por ejemplo, falo? No mientan, ¿a que no han pensado en su vecino Rafael? Y si digo…vamos a ver…pecho, díganme ¿han pensado en el regazo o en las mamas? Y palabras tan culinarias como ñocla, conejo, nabo o rabo, ¿les han abierto el apetito o simplemente ha despertado en ustedes una sonrisita cómplice?
Y ahora les propongo que piensen entre todas las cremalleras que puede tener su vestimenta, que retengan en la mente la primera que les venga a la cabeza. Repito, para los despistados: hay que pensar en una cremallera. Seguramente no me equivoco a que más de uno, dos y tres de ustedes han pensado, no ya en una cremallera, sino en una cremallera que tiene su propio nombre: la bragueta.
Todo esto viene a colación de lo prudente que hay que ser a la hora de dar nombre a algo o a alguien. Existían ya, pero en el último congreso de los socialistas asturianos, del que salieron los delegados que participarán en el 38 congreso federal del que saldrá el nombre del secretario o secretaria general del PSOE, una de las discusiones que hubo fue sobre las llamadas listas cremallera. ¿Y qué es una lista cremallera? Pues así llaman a la que está compuesta de forma alternativa por hombre-mujer-hombre-mujer y así hasta el último de sus miembros. También puede ser mujer-hombre-mujer-hombre etc, etc.
Volviendo al inicio, cuando proponía el mini experimento sociológico, y si todo ha ido bien, tendríamos que visualizar bragueta donde dice cremallera, y si ha sido así, podemos decir que el término es por lo tanto completamente inapropiado. Si al escucharlo visualizamos antes que la concepción de igualdad y paridad, la entrepierna de las personas, entonces algo falla en la denominación. Si vamos más allá, y analizamos el mecanismo de una cremallera, la idea asociativa con la sexualidad adquiere todo su esplendor. Prueben a subir y bajar una cremallera y verán su funcionamiento, haciendo el mismo efecto que unas maderas “machimbradas” empleadas en la construcción. ¿A que a nadie se le pasó por la cabeza llamarlas listas machimbradas?
Estamos en un momento histórico y crucial en la consecución de igualdad de género, donde todo se estudia milimétricamente para no caer en machismos rancios, en abusos masculinos y en discriminación de todo lo que suene a mujer.
La inclusión de las mujeres en una lista electoral en plano de igualdad, nada tiene que ver con una cremallera, y mucho menos con una bragueta, porque las horas de hacer acto de genuflexión ante éstas han pasado.
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