Por Koke González
Farolas encendidas el 14N en A Coruña |
Huelga decir que hemos estado nuevamente de huelga. Es general el conocimiento de esto y del sentido general de esta huelga, de la que también huelga comentar que ha tenido números inferiores a la anterior huelga. Huelga apuntar que los números que se dan tras cada huelga son de todo menos objetivos, siempre al servicio de la subjetividad partidista y del gobierno de turno para alcanzar sus objetivos, “los más sublimes y los más perversos”, que dirían Le Luthiers. Se sublima la decencia y los derechos de la clase trabajadora, no de los cientos, miles o millones que hayan secundado el parón, sino de todos y cada uno de los ciudadanos con un empleo, de los que están sin él aunque con edad de trabajar y de los que aún no teniendo los años necesarios verán en un futuro no muy lejano, y ahora incierto, la necesidad de trabajar por un salario digno. Y a la vez se pervierte la convocatoria a través de las coacciones y amenazas de despido si se secundan las movilizaciones e incluso a través de los pobres trabajadores que pudiendo asistir, no se lo pueden permitir ante la perversa crisis. Pero la mayor perversidad es la de manejar las cifras a través del erario público con el único fin de que la curva de gasto eléctrico no sea demasiado pronunciada. Así, durante todo el día de la jornada de huelga, los vecinos de La Coruña, Albacete, Valladolid, Barcelona, Cehegín (Murcia), Zamudio (Vizcaya), Valencia, San Vicente de Raspeig (Alicante), y otras muchas, han pagado con sus impuestos la factura del capricho de sus alcaldes de mantener encendidas las farolas públicas en pleno día para engordar su ego, el de su partido y las cifras de consumo energético.
Si ocurriese esto no habría alcalde que se metiese entre pecho y espalda cien mil cafés a cuenta de las arcas municipales |
Y hablando de cifras, 6 millones de personas no han sido contabilizadas como huelguistas por su condición de desempleados, a los que habría que sumar los jubilados que hayan querido dar su apoyo al parón. Y qué decir de colectivos sin nómina ni ingreso como son las amas de casa. Hasta que no se presenten las cifras exactas del consumo de productos y servicios nunca se sabrá el impacto real de una huelga general. Al ciudadano se le puede coaccionar para ir a trabajar. Más difícil será coaccionarle para que consuma en una jornada de huelga. En las cifras de consumo no hay trampa ni cartón, ni empresario que aguante sin ingresos, ni alcalde que se meta entre pecho y espalda cien mil cafés a cuenta de las arcas municipales.
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