Por Koke G. Díez
Por sus contradicciones los conocerás. Apenas unos días han tardado los gobernantes de esta región llamada Asturias en contradecirse. Esta vez hablo de los llevan las riendas del medioambiente asturiano. Son capaces de arrancar del mismo bosque de Muniellos unos cuantos huevos del casi extinto urogallo, y sin embargo prohibir el paso en una zona que se había habilitado como ampliación de una carrera pedestre porque… ¡oh, mira tú qué casualidad!, ha aparecido un cantadero de urogallo de última hora. Uno no pone en cuestión si hay o no cantadero, sino la insensibilidad de la que hacen gala, desde su oficina enmoquetada, los mandamases ante un evento que en tan solo dos ediciones está dando un ejemplo de por dónde ha de ir esa cosa que llaman turismo en el suroccidente. No estamos hablando de hacer pasar una carretera imperecedera por el lugar; explotar un yacimiento que asole el lugar, ni incluso hacer una competición motorizada de coches, motos o quads. Estamos hablando de una carrera, repito, pedestre donde las ruedas se cambian por zapatillas y los rugidos de motores por latidos de corazón.
Un cantadero, para aquellos que aún estén pensando que es, es el nombre dado al lugar donde los urogallos van a reclamar con sus cantos a las hembras en época de celo. Si divisar un urogallo es tarea harto difícil hoy en día, me imagino cuántas pueden ser las posibilidades de que a un urogallo le entre tal calentura el día D y a la hora H de la competición. Y aún así, que si esto ocurriese y consiguiese gallar a la hembra, seguro que vendría más peligro de las manos que sustraen los huevos camino de Sobrescobio, que de los pies con deportivas camino de la meta.
La excusa, por lo menos, se puede calificar de absurda, y más (y aquí vuelvo al inicio de mi reflexión) cuando días después de prohibir pisar con zapatillas un pedazo de tierra, se está pensando muy seriamente dejar explotar forestalmente (sí, sí, de esas acciones que asolan lugares) un hayedo en plena zona osera en los valles del Trubia. Seguramente el éxito de los promotores de semejante empresa haya sido que a la hora de pedir autorización no lo han hecho en zapatillas y con unas cuantas tilas que relajen el ritmo cardiaco. Ya se sabe, enemigos públicos número uno de los ecosistemas de montaña.
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