viernes, 2 de diciembre de 2011

Un cuento de caballería


Hoy les vengo a contar un cuento de caballerías. Pero no se asusten que no les leeré El Quijote, El Amadis de Gaula ni El Cid campeador; mi cuento es infinitamente más reducido y además no nos lleva a una época tan remota. Lo que aquí voy a relatar nos lleva poco tiempo atrás; tres o cuatro años a lo sumo. 
Olvidado ya el tren en un tiempo que se pierde en la memoria de los lugareños del suroccidente y perdida toda esperanza de autopistas , ésta más cercana en la mente de los villanos de estas latitudes, desde la corte del reino asturiano se trató de compensar con un gran presente tanto olvido para la comarca suroccidental. El rey había decidido dotar a la recóndita zona de un novedoso medio de transporte que serviría para dar por cumplida la deuda histórica con los súbditos suroccidentales. Un medio de transporte que vendría tirado por el animal más apreciado en la corte asturiana: el caballo Asturcón.

En un abrir y cerrar de ojos este animal sería capaz de recorrer,  no sólo el reino astur de norte a sur y de este a oeste, sino llevar mercancías alrededor del mundo, como por arte de magia. Y lo que era aún más increíble, lo podía hacer con la carga de todos en un solo viaje.
Los súbditos comenzaron a soñar con los paseos, trotes y galopes que les esperaban a lomos del mágico asturcón. Fantaseaban con llevar hasta las Antípodas un cargamento repleto de productos de la tierra; comenzarían una nueva etapa de prosperidad gracias a la velocidad del aguerrido caballo asturiano.
Y llegó el día. El Asturcón había llegado al suroccidente a través de un fino hilo. Casa a casa se fue instalando en lugares como Cangas del Narcea. El Asturcón pronto se hizo amigo de otro equino: el e-mule, y los datos comenzaron a inundar los hogares cangueses.
Pero espera…el Asturcón había acelerado la vida de los súbditos de esta parte del reino. Una vida de bajadas que caminaba a 1 mega, lo hacía ahora a 100. Sin embargo la prosperidad prometida no se veía por ningún lado. Lo que tendría que haber sido un caballo de carga, no pasó de carrusel lúdico, y es que el asturcón mágico se había olvidado de hacer parada en Obanca y Tebongo.

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