Creo que a estas alturas a nadie
se le escapa que el próximo 29 de marzo España vivirá una nueva Huelga General.
Dicen que no hay gobierno que se precie sin su respectiva jornada de huelga,
pero ésta está llamada a pasar a la historia por ser la más temprana desde que
se formó gobierno. Esto es, en menos de tres meses de mandato. Y razones no
faltan. Me explico. Hoy quiero contarles una historia de empresas,
empresarios, trabajadores y consumidores.
Había una vez una panadería que para
elaborar su producto necesitaba realizar un contrato mercantil con una empresa
harinera. Un día firmaron un contrato de suministro en exclusiva marcando un
precio fijo por saco. Esta última a su vez había suscrito un convenio de compra
con un autónomo agricultor para proporcionarle todo el trigo que cosechase. El
precio lo habían fijado por cada tonelada.
El empresario panadero vendía
toda su producción a un restaurante de la zona, el cual tenía mucha clientela a
la que servir diariamente. Para ello fijaron un precio por kilo de pan.
Un día el agricultor llegó con su
cargamento a la empresa harinera y el empresario harinero lo hizo llamar a su
despacho para pagarle la mercancía. Para ello le extendió un cheque. Cuando el
agricultor comprobó el importe advirtió que la cifra escrita era un 40%
inferior a lo fijado en el contrato, a lo que el empresario harinero le
contestó que era lo que iba a pagarle a partir de ahora. A lo que el agricultor
sólo se limitó a asentir porque sabía que la salida de su producción dependía
en exclusiva del empresario harinero.
Un día éste llevó su harina a la
panadería, y cual fue su sorpresa cuando el panadero, a cambio de toda la
harina del mes, le había dado un 50% menos del precio que había cobrado hasta
ahora. El empresario harinero agachó las orejas conformándose con lo que le
estaban ofreciendo puesto que la salida a su producto dependía en exclusiva del
empresario panadero.
Esa misma noche, el panadero
elaboró todo el pan que había podido hacer con la harina que tenía. Y a la
mañana siguiente lo cargó en su furgoneta y lo llevó al restaurante. El
empresario hostelero le dijo que a partir de ahora le iba a pagar por el kilo
de pan un 60% menos de lo acordado en el contrato de compra-venta. Y el
panadero resignado aceptó sabedor que dependía la venta de su producto en
exclusiva del empresario hostelero.
Este último, contento por el buen
negocio, sirvió como cada día la comida a sus clientes, quienes al terminar se
fueron levantando uno a uno a pagar sus cuentas. Todos abonaron un 70% menos de
lo que indicaba la carta, y el empresario hostelero aceptó porque sabía que
sino perdería la clientela para siempre y el miedo a la siempre temida
publicidad del boca a boca en la hostelería.
No hagas lo que no quieras que te hagan a ti, podría ser la moraleja de
esta historia irreal. Aunque mi pregunta es: en el caso de contar con una
legislación impuesta que permitiese esto sin contrapartidas ni sanciones ¿Irían
los empresarios a la huelga?
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