Turismo en Cangas: poniendo el carro delante de los bueyes

Cuando en un titular leo las palabras turismo y Cangas compartiendo espacio, me echo a temblar. Resulta que la solución al auge del sector en la zona pasa por las ermitas que hay en el concejo. La osadía de los políticos al hablar de temas que desconocen y aún así gestionan no tiene límites. Cuenta la noticia que el alcalde de Cangas del Narcea ha puesto sobre la mesa una clase de turismo novedoso: el turismo eclesiástico. Aún no hemos arrancado con el turismo de naturaleza, y resulta que siguen lloviendo ideas, proyectos, en definitiva, papel mojado que lo único que deja a los vecinos de Cangas es un sabor a engaño y de triste pensamiento sobre lo que pudo haber sido y no fue. De eso creo que ya hemos tenido suficiente ración durante los últimos 4 años, con un montón de ideas para salir al paso y dar impresión de que se trabajaba duro en el sector que nos ha de sacar del ostracismo. Y de ideas no pasaron el Museo de la Descarga, el Museo del Teatro en la Casona de Besullo, el arreglo de la “fana” en la Senda-Paseo del Vino, la prolongación de dicha ruta hasta Cangas y ya no digamos nada de enlazar con Corias, el Parque Multiaventura que murió por inanición o la piscina descubierta. Cada una de estas ideas iba a ser el revulsivo que pondría a Cangas del Narcea en la vanguardia turística.
Por lo tanto, dejen de marear la perdiz, aprendan de los errores cometidos por sus predecesores y antes de poner el carro delante de los bueyes, por ejemplo, siéntense con quien tenga que sentarse para que los múltiples autocares repletos de turistas que llegan a visitar el Monasterio de Corias, se queden aquí al menos a comer. Y siéntense con quien tengan que sentarse para resolver el problema que hay en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Un espacio natural que sí está llamado a ser el verdadero motor económico, el imán que debe atraer a ese turismo tan ansiado y por el que, por cierto, seguimos esperando, y el poco que osa a venir se arriesga a llevar como único souvenir una rueda pinchada.