Sin haberse cumplido aún dos años de las inundaciones padecidas en Asturias en 2010, esta semana hemos sido testigos de un nuevo capítulo catastrófico. Muchos lugares del Principado han sucumbido al embate furibundo del elemento natural más poderoso y la aparición nuevamente de la Asturias subacuática. En apenas tres días de precipitaciones, la lluvia ha sacado a la luz el estado actual de los sumideros regionales, que presentan tal colapso que ha hecho que pierdan toda capacidad de succión.
Si el agua es a Asturias como la pólvora a Cangas del Narcea, ¿Por qué nos ahogamos tan a menudo? Quizás la respuesta está en las imágenes que estos días hemos podido ver. Toneladas de basura, maleza y madera se apilaban por doquier en los ríos asturianos. La vida de los ríos no difiere mucho de la de las personas, pues a ambas se puede aplicar el principio básico de estar limpio para andar recto y sin problemas.
Mientras que las restricciones son cada vez mayores para disfrutar de algo tan natural y de todos, al mismo ritmo van desapareciendo los cuidados de los cauces fluviales. La Confederación Hidrográfica , competente en la materia, prefiere que las riadas le hagan el trabajo; y está claro que el agua sobre todo es un empleado muy eficaz apilando todo lo que encuentra a lo largo de su recorrido en un mismo lugar, para mayor comodidad del servicio de recogida. El Gobierno regional por su parte dice que no tiene competencia en materia de ríos, aunque cualquiera lo diría observando su interés por otra clase de limpieza fluvial como fue el fallido intento de despeje y limpia de canoas del río Sella.
Basura y madera arrastradas por el Sella |
Mientras que la naturaleza, sabia entre las sabias, avisa una y otra vez con sus elementos, los gobernantes hacen oídos sordos a su mensaje. Pasó en octubre en el suroccidente, con miles de hectáreas y varias casas arrasadas por el fuego, y vuelve a ocurrir esta vez con otra de sus fuerzas: el agua. Fuego y agua, dos fuerzas tan antagónicas y que sin embargo han utilizado el mismo recurso para actuar de una forma devastadora: la falta de una política de limpieza y cuidado del medio natural; o lo que es lo mismo, la ineficacia y dejadez de quienes tienen potestad para desarrollarla.
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