Barra libre en La Criolla por jubilación
Graciano Rodríguez deja, invitando a todos sus clientes, el popular bar de Cangas del Narcea tras más de cuarenta años al frente
Una imagen antigua del mercado de Cangas; a la derecha, La Criolla. reproducción de pepe rodríguez
MULTIMEDIA
Cangas del Narcea,
Pepe RODRÍGUEZ
Graciano Rodríguez se jubila. Va a ser difícil para los cangueses acostumbrarse a que en el bar La Criolla ya no esté una figura tan reconocible por todos. No en vano Rodríguez lleva más de 40 años -«40 años y 10 meses, ponlo bien», recalca- llevando uno de los negocios más emblemáticos de Cangas del Narcea. Su familia, los miembros de casa Ferreiro del pueblo de Begame, llevan el bar desde el mismo día de su construcción, en 1880. «Fue un hermano de mi tatarabuelo el que la construyó, la casa, y ya abrió el bar entonces. Luego ha ido pasando por diferentes generaciones de la familia hasta mí, que soy el último», señala.
El bar pasará, a partir de hoy mismo, a ser dirigido por Nicoleta Colacel, una ciudadana rumana que lleva trabajando once meses en La Criolla como camarera y que ejemplifica el cambio social que ha vivido el concejo de Cangas en los últimos años, con los jóvenes emigrando de la comarca y personas de otras nacionalidades -mayoritariamente rumanos, polacos y marroquíes- asentándose en el pueblo. «Nicoleta lo hará estupendamente» apunta Graciano Rodríguez.
Para celebrar su último día en el negocio, Graciano decidió ayer invitar a todos los que pasaron por el bar, empezando por sus clientes habituales, a cualquier cosa que pidiesen. De esa forma, y aún ante la insistencia de alguno por pagar, la caja de su último día de trabajo fue cero euros. «El dinero sólo trae infelicidad, mira que contento estoy hoy», bromeó Rodríguez con sus clientes. «Ahora me voy a dedicar a pasear, a descansar y a mirar para el aire, como decimos por aquí».
La Criolla ha visto pasar a muchas generaciones de cangueses y ha sido testigo del cambio de fisionomía del pueblo. Fue un lugar privilegiado, durante gran parte del siglo XX, pues en sus alrededores se celebraban las ferias de ganado, lo cual traía una cantidad inmensa de gente y una gran actividad en el negocio.
Hace 20 años se dejaron de celebrar allí, por la construcción del recinto ferial de La Himera, pero hace 14 años se levantó, en el mismo sitio, la estación de autobuses de la villa.
De la misma forma, hubo una época a principios de los años noventa, en la que La Criolla se convirtió en un sitio de moda de la juventud. Durante casi un lustro la chavalería usó el bar como el primero de la ronda nocturna, pues su amplia terraza daba mucho juego para sacar la bebida a la calle y poder estar en grupos numerosos.
Además, Graciano Rodríguez no perdió la oportunidad de poner un equipo de música con el que cerraba cada noche con «AC/DC» a todo volumen, acompañados de grandes éxitos del momento como eran las canciones de «Héroes del Silencio» o, sin duda, el himno que más y mejor sonó en La Criolla y que toda una generación de cangueses asocia de forma inmediata al lugar: «Escándalo», de Raphael.
Pepe RODRÍGUEZ
Graciano Rodríguez se jubila. Va a ser difícil para los cangueses acostumbrarse a que en el bar La Criolla ya no esté una figura tan reconocible por todos. No en vano Rodríguez lleva más de 40 años -«40 años y 10 meses, ponlo bien», recalca- llevando uno de los negocios más emblemáticos de Cangas del Narcea. Su familia, los miembros de casa Ferreiro del pueblo de Begame, llevan el bar desde el mismo día de su construcción, en 1880. «Fue un hermano de mi tatarabuelo el que la construyó, la casa, y ya abrió el bar entonces. Luego ha ido pasando por diferentes generaciones de la familia hasta mí, que soy el último», señala.
El bar pasará, a partir de hoy mismo, a ser dirigido por Nicoleta Colacel, una ciudadana rumana que lleva trabajando once meses en La Criolla como camarera y que ejemplifica el cambio social que ha vivido el concejo de Cangas en los últimos años, con los jóvenes emigrando de la comarca y personas de otras nacionalidades -mayoritariamente rumanos, polacos y marroquíes- asentándose en el pueblo. «Nicoleta lo hará estupendamente» apunta Graciano Rodríguez.
Para celebrar su último día en el negocio, Graciano decidió ayer invitar a todos los que pasaron por el bar, empezando por sus clientes habituales, a cualquier cosa que pidiesen. De esa forma, y aún ante la insistencia de alguno por pagar, la caja de su último día de trabajo fue cero euros. «El dinero sólo trae infelicidad, mira que contento estoy hoy», bromeó Rodríguez con sus clientes. «Ahora me voy a dedicar a pasear, a descansar y a mirar para el aire, como decimos por aquí».
La Criolla ha visto pasar a muchas generaciones de cangueses y ha sido testigo del cambio de fisionomía del pueblo. Fue un lugar privilegiado, durante gran parte del siglo XX, pues en sus alrededores se celebraban las ferias de ganado, lo cual traía una cantidad inmensa de gente y una gran actividad en el negocio.
Hace 20 años se dejaron de celebrar allí, por la construcción del recinto ferial de La Himera, pero hace 14 años se levantó, en el mismo sitio, la estación de autobuses de la villa.
De la misma forma, hubo una época a principios de los años noventa, en la que La Criolla se convirtió en un sitio de moda de la juventud. Durante casi un lustro la chavalería usó el bar como el primero de la ronda nocturna, pues su amplia terraza daba mucho juego para sacar la bebida a la calle y poder estar en grupos numerosos.
Además, Graciano Rodríguez no perdió la oportunidad de poner un equipo de música con el que cerraba cada noche con «AC/DC» a todo volumen, acompañados de grandes éxitos del momento como eran las canciones de «Héroes del Silencio» o, sin duda, el himno que más y mejor sonó en La Criolla y que toda una generación de cangueses asocia de forma inmediata al lugar: «Escándalo», de Raphael.
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